Había estado revisando escritos de hacía año y medio, de cuando estaba en una terrible crisis existencial y pensaba que el mundo se le había caído encima para siempre. No tuvo problemas en aceptarlo: daba lástima, exacerbaba su agonía y permanecía petrificado ante su propia destrucción. El estilo de aquellos escritos era complejo, estaban compuestos de frases largas que enfrentaban en su interior varias emociones. Y ahora lo veía claro; cuando un escritor antepone la emotividad a la sencillez, acaba construyendo un monstruo que le es invisible. Por eso, ahora, releyendo viejos textos, comprendía su grave error.
«Entre el olvido y el recuerdo se produce la evocación de hechos pasados », pensó. Era un pensamiento que había nacido, de nuevo, con el defecto de la complejidad y que volvía a mezclar sentimientos en pocas palabras. Pero a él le servía como epílogo de su error. Había necesitado olvidar lo que le llevó a escribir aquellos envejecidos textos para darse cuenta de que no le evocaban lo mismo que entonces. Por primera vez se sintió lector de sus escritos, sintiendo una voraz necesidad de corregirlos y republicarlos, pero ¿para qué? Se humedeció los labios antes de recordar que no escribía para nadie más que para sí mismo ¡y gracias a dios! porque no dudaba en prostituir sus emociones y la de los demás con tal de inyectarse como un yonki, algo de inspiración. Era muy fina la línea entre pensar que se tiene algo que escribir y quedarte vacío. Por eso llevaba un año en sequía, embargado por el no-tener-nada-que-decir. Además, sentía vergüenza de haber expuesto tanto sus emociones, aunque solo fuese a lectores accidentales que no pertenecían a su entorno.
No todo eran puntos negativos. Había párrafos o ideas que se plagiaría con tal de verlos acompañados de un contexto a su altura. O no, quién sabe. Corregir algo pasado era traicionar al ser que lo creó. Pero, si quería completarse, debía confiar en las correcciones de los Yo futuro. Ese era su principal motivo de seguir escribiendo: recordar, madurar y fantasear; sin importar su orden. Clic.