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Balada en Llamas (Risk)

Risk #1 Writers

«Cayó la noche del viernes y amaneció en sábado», lo llamaba inercia, inevitabilidad, transición, bucle o, incluso, eterno retorno. Ella, seguramente, también. Pero a él le bastaba para dibujar la línea entre los distintos tipos de escritor/as, labrados por su personalidad y que se extendían desde el peligroso narcisista hasta el depresivo y comórbido poeta.

 «Y, ¿cómo quieres que te dibuje?», le preguntó a su exótica modelo, muy intrigado por la insana necesidad de descubrir que clase de material tenía delante; por conocerla más y por saber si quería ser esa mujer inteligente, astuta, imponente, siempre en stilettos y de humor ácido, pues bien, perfecto, era lo que solía ocurrir cuando había un proceso de selección previo... «Hmm al natural, ¿no? cómo tú me percibes», le espetó ella con su energizante agilidad mental. Con ella había un pequeño problema, y pequeño era un eufemismo de descomunal problema, porque ella le inducía el tic instintivo de morderse el labio, no sintiendo debilidad en reconocerlo: estaba lo atractivo y, mucho, mucho, más allá, su propio abismo, dónde la línea que separa lo real de lo peligroso se diluye cuál azucarillo atravesando el horizonte de sucesos de un agujero negro. Ella sólo tenía que posar y él escribiría. Así de peligrosa era la profesión y así eran los límites (des)controlados de la pasión.

 «¿Al natural?», se volvió a morder el labio. Si a ella le gustaba gustar, ir siempre en tacones, ser ácida, borde y desprender inteligencia en cada máldito comentario, él callaría y comenzaría el boceto ansioso. Ella era una entre diez mil y, si hay que morderse el labio diez mil veces, lo haría autorecitando aquellos condenatorios pasajes de José Bergamín:
Sólo los verdaderamente apasionados pueden ser verdaderamente fríos.
La inteligencia es el precipitado de la pasión.
«Pues comencemos; Miss, desnúdese, siéntase libre y pose con su naturalidad habitual», le dijo un tanto cohibido, quizá por los recuerdos de aquella canción de Tove Lo y, quizá, porque él andase buscando, también, su True Disaster.

Risk #2 - Profiling

—Pues comencemos; Miss, desnúdese, siéntase libre y pose con su naturalidad habitual—de entrada, sentía que había empezado mal por incitarle que se desnudase... y no, no iba a sexualizarla, esta obra iría sobre la atracción no-física, y sí, hablaba de la denostada y peligrosa atracción intelectual. Ahora la observaba con detalle. Entonces ella inclinó levemente la cabeza hacia un lado, dejando su mirada al descubierto tras el sombrero pampaneira que posaba. Era una mirada desafiante, sofisticada, y con un mensaje claro: entendió lo que él le insinuaba y se quitó, con delicada lentitud, el sombrero. La luz del estudio resaltó, aún más, su artístico rostro y ella rompió el hielo.

—¿Mejor?—le sonrió ella.
—Sí. Tienes unos ojos preciosos, ¿verde esmeralda?—intentó no titutebear, agarrando el carboncillo con más fuerza y liberando parte de la tensíon acumulada en la espalda.
—No—comenzó una incómoda secuencia de monosílabos.
—Verde menta...
—No.
—Verde mar...
—No.
—¿Azules?
—No.
—¡Joder!
—Después.
—¿Qué?—quiso prevenir su segundo traspié, si no le era ya demasiado tarde, mordiéndose el labio pero ocultando el gesto tras la lámpara vintage que quedaba entre ámbos.
—Después te acercas y resuelves tu duda, son una mezcla de verde y marrón con una sutil apariencia a azulado, esencialmente verdes, pero no me gusta decir que son verdes.

Ojos con tonalidad verde, tez blanca, melena oscura y ella perspicaz como el demonio. Muy elegante, con gusto por la moda y por los stilettos. El sombrero le daba un matiz misterioso y los tacones resaltaban toda su imponencia. Ella pensaba que la imponencia era un tema subjetivo pero, para él, cuando acabase la obra, ella sería un monumento tallado en piedras preciosas:  ni se tocaría, ni se miraría; como ocurre con las gemas, que son de belleza universal y deben permanecer en cajas de seguridad. 


—Bueno, ¿y cómo te llamas?—ya sabía su nombre, o eso creía.
—Puedes llamarme Minerva, como la diosa romana. Oye, ¿te importaría servirme un café?—dijo Minerva mientras se quitaba el pañuelo de cuello para airearse. Tenía las mejillas rosadas por el calor del estudio.
—Claro...—y huyó a la cocina para preparar el café como ella le pidió. Sin azúcar, doble y servido en taza, siempre hirviendo y siempre sin hielo. Unos minutos después regresó al estudio con dos tazas, listo para reanudar la tortura sadomasoquista que le suponía Minerva.

—Debes saber que esto es experimental, no es el estilo que suelo usar.
—Ya, me mencionaste por teléfono que necesitabas una modelo inteligente e impredecible, y yo no estaría perdiendo mi tiempo, aquí, contigo, si solo viniese a ser una modelo más—las empresas top 100 Fortune pagan muy bien, pero ésto ella lo omitió.

Los trazos no salen igual cuando cada respuesta es un puñal de sutilidades, casi subliminales, ya que desplazan la tensión externa hacia el interior de cada trazo, acabando, así, con perfiles demasiado gruesos y oscuros. Quizá como ella. Es difícil sobrevivir si piensas en el "qué será lo próximo" durante un diálogo dulcemente hiriente. Y tampoco hay que perderse la dulzura. [Un escritor también toma decisiones y, quizá, no sé,  el exceso de detalles acabe haciendo el diálogo indigerible. La química debe estar en el intercambio y no fuera de él, por eso hay amputarse de allí y dejar que los detalles se diluyan en el interior de la conversación. Por seguir la analogía del dibujante, puedes dar por válido que tu obra esté compuesta por líneas de fuerte contraste, pero porque son así, con estridencias y perfiles gruesos, y porque es la representación artística de una modelo con fuerza. Para un escritor no debe ser distinto, ¿no?]

—Bien, Analista de Riesgos con nombre de diosa de la sabiduría, Minerva, ¿puedes detallarme más la parte de lo excepcional?
—Todos los días te levantas, desayunas—ella quiso bromear con el símil de que naces, te reproduces y mueres, pero prefirió prescindir, de momento, el humor—te vistes, y te diriges a tu empresa con normalidad. Es la excepcionalidad dónde entro en escena, no en lo aburrido.
—¿Y que es excepcional?—dijo mientras terminaba los trazos de los ojos.
—Que un presidente de Estados Unidos use Twitter para llamar al boicot de tu empresa—dijo tras el segundo sorbo de café—. Ese día nada es normal, es excepcional, nadie ensaya para situaciones tan extremas, que es cuando los peores errores emergen y suceden, uno tras...—en ese instante Minerva observó como su pintor rompía la punta del lápiz—...sí, uno tras otro.

Él leyó algo por ahí. Para cambiar una mente tienes que exponerla a situaciones límites. Un caos ensayado era menos caos; es la reacción improvisada ante errores la que nos puede llevar a escenarios indeseables y catastróficos, mucho, mucho peores que el evento que las originó. Por eso este texto es una simulación ensayo-error, para prevenir una catástrofe y para ser un primer boceto. Ni más ni menos.

Risk #3 - Antagonist

No existe héroe sin su némesis ni main character sin su complementario que lo antagonice. 

[Subjetivación]

Miento, miento. 

Nunca has estado enamorado si no has sentido deseo de protección, un "si le duele, te duele" que actúa como herida compartida. Se puede entender como un fluido invisible, en equilibrio, en el que si uno de los recipientes rebosa mientras el otro se vacía, todo lo vivido muta en tiempo perdido. Como el reloj de arena al que ya no le quedan segundos si no lo inviertes. Y lo confieso, yo también he sido tiempo perdido y (también) he cargado con el sentimiento de culpa por haberlo sido. Seguir queriendo/respetando a quién nunca has amado lo considero una doble tara mía, pero jamás lo llamaría doble cicatriz, como quién leerá este post y piense que escribo sobre ella y, no, no, el mundo siguió girando y hubo capítulos que ardieron mientras otras se lamían sus heridas. Eso sí que son cicatrices y esto un goodbye, girl, dónde no hubo heridas compartidas, ni siquiera hubo tiempo perdido.

[Fin de la subjetivación]

Regresando ya al amor real al profiling, el némesis de un personaje inteligente, obsesivo y perfeccionista, siempre según mi manual de gustos, debe ser inteligente, impulsivo y puro fuego. Que sólo de recordarlo te queme. Que además sea otra mujer, ¿por qué no? Una pidiendo cita para un lujoso peluquero y la otra reservando hora con su tatuador, más caro que el peluquero, por cierto. Una metódica y la otra incendiando su mundo. Bien, estas ideas no son nuevas y siempre han sido constantes para una futurible novela. Y sí, reconozco que suenan a topicazos pero, por eso, hay que ir mucho más allá y que merezca la pena. 

Ellas no son tan diferentes, siéndolas, sin embargo, en sus diferencias. Es en la intrahistoria dónde comienzan a diverger y, creo, como en el amor deconstruido, que una se puede amar mientras que, la otra, tan sólo querer. Es cuestión de gustos, o de madurez, según se mire, y de a quién decidamos arrojar al infierno para quedarnos con el true love; o qué se yo. Lo que sí sé, por experiencia, es que las musas en entornos ultracompetitivos, arañan. Y ahí es cuando emerge todo un caos inspiracional e inspirativo dónde las flechas matan y pueden herir incluso al narrador (se dijo el meta-narrador).

Risk #4 - The Other Girl

Es la reacción a nuestro entorno la que define nuestras cualidades. Y tú, tú sólo eres su resultado: la negación en potencia de lo que podrías haber sido.

(Ella) Tendría unos doce años cuando ingresó en un exclusivo colegio privado, de esos caros que están segregados por género y en los que todas sus alumnas son mujeres. Sin ser ésto lo suficientemente insufrible (para ella), cada una de las chicas también era descendencia directa de algún famoso o familia rica. Allí era obligatorio el uso de uniforme y de que éste respetase unas reglas tan extravagantes como peculiares:

Regla 1. Prohibido recorgerse la falda hasta convertirla en minifalda.

Regla 2. Prohibido desabrocharse los botones de la camisa para realzar los pechos. 

[...] 

Regla N. Prohibida la sugerencia femenina. 

A ésta educación supuestamente top y elitista había que añadirle tintes religiosos ultraconservadores. «Qué cruz». Este cóctel potenció una forma de ser que, en otras condiciones, la habría convertido en una mujer absolutamente menos destructiva. Menos antagonizada.

Ella era, para sus profesoras, malvada, subversiva, intoxicadora de ambientes y una alumna incapaz de respetar lo más básico de unas reglas destinadas a convertirlas en mujeres sumisas. Ella se movía entre el 'todo sobresaliente' y el 'todo muy deficiente', según cómo de rebelada estuviese con cada profesora. Ya resignada, aprendió a convivir con la amenaza perpetua de ser expulsada, siempre sin entender muy bien el por qué; y no le importaba que en cada reunión trimestral se intentase servir su cabeza en bandeja de plata, lista para partir. Quizá, además, porque fue la época más vandálica de la historia, con cajetines de luz con sus cables cortados de ras a ras, sin luz en las clases, incendios, explosiones, muros destruidos, mesas serradas en piezas y tubos halógenos tirados como escombros en el tejado para esconder los crimenes. Ella, definitivamente culpable; culpable sin necesidad de pruebas, «Tú, castigada», perfecto, ya ni se inmutaba. Y, sin embargo, llegó a sentirse abrumada por el monstruo que había creado, dejando a voluntad de las otras chicas la elección de ser las criminales mientras ella se mantenía alejada de un monstruo, ya de por sí, moralmente reprobable. Dada por imposible, a sus maestras dejó de preocuparles que hiciera novillos de 9AM a 5PM, algo penado, hasta entonces, con un castigo ejemplar. Ella era la excepción a esa norma, excepcionalidad extendida a poder dejar todos sus exámenes en blanco, no hacer jamás los deberes y a no informar a sus padres mientras ella explotase las reglas creadas para normies y aprobase en los exámenes finales. «Exploit it!», tenía como lema, filosofía que aprendió de otros mundos. Si éste infraser avanzaba curso, era un problema para sus siguientes instructoras, no para las actuales.

¿Qué hacía esta chica, en clases de matématicas, mientras su docente explicaba geometría elíptica, sin mostrar interés alguno, pero con cientos de papeles de códigos en hexadecimal y libros de criptografía abiertos, precisamente, en el capítulo de la curva elíptica? Sus compañeras le preguntaban. Ella se hacía la tonta, lo importante ocurría en un mundo distante, uno de esos mundos en el que las profesoras tenían la manía de cifrar(sin saberlo) los exámenes al ponerles contraseña. Ella, perdida en la curva elíptica criptográfica, en una época dónde todo lo hackeable, fue hackeado. Y más aún.

Hastiada de todo se tornó en conformista, sobrellevando la resignación con estilo propio, aprendiendo a ser feliz con los regalos que le llegaban a casa de concursos que hackeaba ganaba en Internet. Cuál era el sentido de las clases si ella ya sabía leer ensamblador; si ya tenía novio, amantes y un primer tatuaje escondido tras su ropa interior; si aún resignada, encontró hogar en que cultivar su yo más oculto. Muy, muy lejos de allí. 

Por las tardes ella llegaba a casa exhausta. Se quitaba el sujetador, se desabrochaba los tres botones prohibidos de la camisa y se remendaba la falda hasta dejar la totalidad de sus piernas desnudas. Sólo después de la merienda aprovecharía para salir al jardín y cuidar de las rosas, perderse en su belleza salvaje y traerse con ella, a escondidas, el portátil de su padre para leer sobre virus, binarios y ejecutables infórmaticos en un foro de Internet al que ella se logueaba con el alias p33k.

«How are you really? Not that girl caged in high class rules, not, but the passionate girl? How-are-you, p33k.»


P.S. Hay detalles que sólo pertenecen a una versión extendida, en una versión novelizada, la intra-historia de cada personaje se funde en un misterioso interrogante, ¿no? yes.

Risk #5 - Two of You

Hay aguas peligrosas
no aptas para inexpertos,
tampoco para magos, ni magia.
Recuérdalo SIEMPRE:
No bebas de ellas.
No nades sobre ellas.
Y no la sirvas en copas
porque nunca nadie
sabrá escapar de ellas.
- Nobody

Y como no lanzarse violentamente contra esas aguas, si allí aprendió a surfear y ser la peor mejor versión de si mismo. Como no guardar un trozo de corazón de aquel infierno cuando sostuvo la profanación entre sus manos y supo huir dejando un rastro invisible. Why not.


Minerva acabó con el último sorbo de café y se quedó mirando el fondo del estudió dónde él tenía expuestos algunos de sus bocetos anteriores.

—¿Puedo?—Minerva no espero respuesta y se levantó antes de oír un sí. Le resultó llamativo que todas sus obras fueran mujeres. El primer cuadro al que se enfrentó le pareció sólo bueno, de rostro angelical y con cierto parecido a Scarlett Johansson. 

Tac. (Silencio). Tac. Resonaban sus tacones con cada par de pasos que avanzaba. El segundo retrato, explosivo y erótico, pero insuficiente.
Tac. (Peligro). Tac. El tercero, una mujer tras un escritorio, con gafas y con todos los papeles de la mesa en pulcro orden, modelo, posiblemente, directora de algún banco o empresa.
Tac. (Prisas). Tac. Indiferente.
Tac. (Casi). Tac. Indiferente.

Minerva no dió más pasos. Permaneció inmóvil examinando el sexto cuadro en la distancia, escrutándolo al detalle durante un críptico minuto que a él le resultó eterno. Pelo largo, cobrizo, puntas rizadas, con el flequillo cayendo hacia las mejillas y ella de cara ovalada pero con perfiles atractivos.

—Ésta, ¿quién es?—dijo sin apartar la mirada. Tenía tatuajes por todas las partes, incluso en las falanges medias. Del dorsal de la mano derecha sobresalía un
  "MOVE rip0xDEAD" 
que recordó de inmediato.
—Hacker—sentenció Minerva, de nuevo, sin darle tiempo a responder.
—No lo sé. Hablaba mucho, a un ritmo vertiginoso aunque, sobre todo, diría que era polímata. Habló sobre economía, política, filosofía, arte...
—Interesante. ¿Qué más dijo?
—Principalmente habló sobre ella... Muy narcisista. Pero ahora voy a salir a la terraza para encenderme un cigarro y así te dejo con ella, que veo hay química.
—No tardes.

De ojos grises; con un top con una grafía que decia "This is not another story" y un monumental tatuaje con siete dragones que, comenzando por debajo del top, se sublevaban hasta lo alto de su cuello, todos ellos con los ojos vendados, salvo uno. Y no. No podía ser real. Reconocío en la modelo la descripción de una criminal. Minerva, precavida, optó por la explicación más sencilla, y la mujer del retrato habría copiado el estilo de una leyenda a la que admiraría. Sólo eso. Además, hacía años que dejó aquel trabajo de CyberIdontKnowIntelligenceAgency; así que prosiguió estudiando el cuadro. Pantalón negro, roto, rodillas al aire pero, lo que la cautivó, fue su penetrante mirada: rabia. 
Cielos.
Imagen generada por Meta IA

P.S. 1- Otro ensayo-error más.
P.S. 2- Poemilla muy mejorable, pero me sirve como boceto
P.S. 3- Lo diálogos se me hacen cuesta arriba, chica, no es mi estilo

Risk #6 - Wargaming

Terminaba ya las últimas caladas del cigarrillo asomado a su balcón. Repetir esta costumbre cada sesenta minutos era esencial para mantener su espectro con vida. Era un día soleado, de viernes tarde, con las calles abarrotadas de nómadas ambulantes que, con pretenciosidad, sacaban a pasear su tiempo ocioso para dejar constancia de que esa día existieron y no fueron individuos pasivos. Del edificio opuesto salió apresurada la mujer que siempre vestía de amarillo, amante casual, librera y que, según él, era una aventajada del arte de la seducción. Creía que seducir era más que ser una chica hot, ya que también había que ser versátil como lo son las hojas de una navaja suiza: culta, interesante, misteriosa, compleja, omisiva, astuta, prohibitiva y con algunas hojas extra de perfil inesperado, muy características de mujeres que dominaban esta difícil arma suiza, por cierto, hojas extra capaces de aniquilarte como el tabaco. La señorita de amarillo le saludó y él prefirió ahogar el cigarro en el cenicero y regresar al estudio.

Minerva seguía observando el cuadro, pero nunca más volvío a mencionar a la chica tatuada. Podría estar usando su najava suiza, como buena estratega, porque el rumbo de una conversación también es seducible. O porque quizá habría perdido todo el interés. Quién sabe.

—Ey, ¿seguimos?—le dijo él sujetando el bloc de dibujo entre las manos, notando un cambio de actitud en Minerva que no terminaba de comprender, pero igualmente, la quiso azuzar mencionando los wargames—Cuéntame, ¿por qué los tableros de juego son útiles en el campo del Análisis de Riesgo Geopolítico?
—Simulan escenarios, estrategias y decisiones—expresó escueta, ella, como si cada una de sus palabras tuvieran ya un enorme coste adicional.
—Hablas poco, ¿eh?
—Hmmm, no.
—¿Entonces?
—¿De verdad tienes interés en saber toda la casuistica involucrada en un juego de mesa? Porque puedo hablar toda la noche... y éste, no, éste no es ni mucho menos el ambiente adecuado. Conozco un pub, lejos de aquí, ideal para horas de conversación—le dijo Minerva como si el plan estuviese ya escrito. Él no lo sabía aún, pero había tocado un tema que a ella le apasionaba más allá de lo estrictamente profesional. Y él estaba muy receptivo por aprender.

Antes de poder asimilar el nuevo destino, se encontraban dentro de un taxi a treinta minutos del estudio, en un lugar céntrico en el que, según te adentrabas, las calles se transformaban en un atmósfera antigua, de carreteras de baldosas y de ruinas fortuitas que, en un pasado, habrían sido acueductos o termas de una civilización extinta. El pub era una continuación del estilo exterior, con mesas de piedra oscura y estatuas que crepitaban a ritmo de unas luces que se asemejaban a velas antiquísimas. De suelo rústico, quizá italiano, puede que grecoromano, y con camareros disfrazados para la ocasión. Nada mal, le sorprendió bastante el refinado gusto de Minerva.

Ya con un vaso de whiskey, para ella, y una copa de ron, para él, servidos en mesa, ella retomó la conversación sobre los tableros de mesa.

—Si quieres aprender sobre wargames, te planteo un juego: analízame el entorno y díme a qué mujer elegirías para una posible cita, valorando tus posibilidades de éxito y de que, claro, sea una cita productiva y con futuro—le propuso Minerva.
—Hmmm...—se calló lo obvio, que teniéndola a ella allí, para que querría buscar a otra pretendiente. Así que estuvo varios minutos escrutando su respuesta en un intento desesperado por asombrarla. Analizó detenidamente a todas las mujeres, tanto a las bien acompañadas como a las solitarias, no quería deshonrar el privilegio que se otorga a los pintores sobre su capacidad innata de resaltar los detalles invisibles de otras personas. Y acabó deshorándolo porque, después de aquella noche, quedaría evidenciado que había matices y colores que él ignoraba estrepitosamente, matando el mito del artista.

—Ves aquella mujer de vestido largo, asimétrico, rojo, acompañada de un hombre de treintitantos años, allí—le señaló hacía la mesa de la esquina más alejada.
—Es un hombre, seguramente gay, y eso aumenta tus opciones...? —dijo Minerva con gesto incrédulo.
—Y porque los gays suelen tener un gusto sobresaliente y, para conocer un sitio como éste, la conversación debe ser de todo menos terrenal y podría incitarla a la aventura, a ella, por supuesto.
—¡Por favor! ¿y por qué descartas al resto?
—Las solitarias, son entre un sí o un no, podría acabar el 'wargame' en menos de cinco segundos. En los juegos, el que más tiempo sobrevive, mejor posiciona, ¿no?
—No. En fin. Dime, ¿que ocurre con los grupos de mujeres? Son atractivas y de conversaciones muy sustanciales y hasta profundas.
—A las grupales las descarté por la intracompetitividad femenina. Mucha intercertidumbre.
—Y porque te degollarían vivo tras el no. No lo hiciste tan mal pero nunca te daría el aprobado—Minerva aprovechó el momento para escribir en una servilleta su elección, algo que no le desvelaría hasta el final.

Entonces serían las ocho de la tarde. Minerva comenzó a hablar sobre la teoría de los wargames. Las horas se sucedieron, una tras otra, muy intensas pero nada aburridas. Sobre las doce, ya de madrugada, él veía el pub con otros ojos; aquel entorno antiguo lo percibía ahora como un escenario en desarrollo, con jugadores valorando sus elecciones en función de la efectividad y su ganancia, de elaboradas y complejas decisiones, con aliados, oponentes, tácticas, con derrotas con sabor a victoria, dinámicas ocultas y movimientos forzados por o para el enemigo. Y cuando Minerva lo decidió, sacó la servilleta mostrándole a su elegida: una mujer solitaria y que había pasado desapercibida durante la noche, sólo que ahora bailaba y estaba muy bien acompañada de hombres. Finalmente, como experta en wargames, Minerva hizo su movimiento.

—Quizá todavía tienes alguna opción con ella. Buenas noches—se fue dejándolo solo en el pub. 

Él, entre curioso y traicionado, se acercó a la chica que Minerva seleccionó. Puso el oído en la conversación y la chica hablaba sobre arte, esculturas y pinturas. Chica lista, la Minerva, la otra podría ser una futurible obra. Y él habia sido wargamed por una experta.

P.S. Creo que tengo que darle varias vueltas de tuerca más al wargaming porque puede dar mucho más de sí

Risk #7 - Hacker

¿Qué es un Hacker? Antes de continuar la saga #risk, creo que merece la pena definir un marco en el que se pueda entender el personaje P33k. Y que fuera de ese marco, la paleta de colores es tan enorme como el mar.

Para abordar la pregunta comenzaré describiendo algunas cualidades de otras profesiones. Reconozco que es un post espeso que me planteé no publicar, pero buah. 

Los escritores construyen historias y las investigan. Tienen hiper-romantizada la idea del acto de escribir pero quizá sea el único ejercicio que permite una instropección exhaustiva, que deja constancia de uno, que permite estudiarte/se a través del tiempo y que simula la complejidad de otras entidades con la finalidad de transmitirlas hacia la imaginación de su público.

A los pintores y derivados se les atribuye el percibir más detalles y, sí, tienen conocimiento volumétrico de la anatomía; el pintor realista no dibuja a ciegas y mapea músculos y huesos mediante trazos, usando como información no superflua la perspectiva, los reflejos y las sombras. Tienen un conocimiento visual único para modelar los objetos del mundo.

Los ingenieros son capaces de ver e intuir en su mente los distintos engranajes, top-down y down-top, de un sistema así como sus dinámicas externas e internas. Un buen ingeniero ve en movimiento el sistema como si tuviera migraña y percibiera el aura de sus partes. 

Un analista de riesgos me recuerda a los ingenieros pero en una vertiente más creativa y empresarial. También me recuerdan a escritores, sólo que con más rigor, siendo expertos en el manejo de la incertidumbre. Pueden entender economía, (geo)política y tener una buena base en matemática. Hay que tener la cabeza muy bien ordenada para aceptar que las dinámicas en las Relaciones Internacionales no extrapolan bien con las cualidades humanas(negociar, agredirse, simpatizar, aliarse, etc) ni son equiparables a un tablero de ajedrez. Podrían incluso gustarle los juegos de mesa 💘

Así que, ¿qué es un hacker? Si algo los define, es su curiosidad, su fuerte carácter y su peculiar humor. Pero hay de todo, tantos tipos como técnicas de hacking. Probablemente es un adicto al café, porque la extrema curiosidad va acompañada de una atención disminuida y alterada, creo. Por eso les gusta el aprendizaje interactivo, que es lo que hacen cuando persiguen una traza con el debugger según avanzan hacia su objetivo. Muchos de ellos jamás ha construido un sistema de complejidad media/alta, y sólo programan para poner en pie la herramienta que le de vida a su exploit. Un exploit es una transformación sobre un sistema tal que T(θ, P)→C, dónde T es la transfomación(exploit) de una entrada θ para un programa P que produce una salida/comportamiento anómalo C. Va, va, va. Pero, como dije, hay tantos tipos de hacker como técnicas, sólo que ese tipo es mi favorito. Metería aquí la máquina de Turing para completar la fotografía, aunque lo haría más indigerible de entender.

Lo curioso de estos seres es que, siguiendo una aproximación top-down, y sin haber construido nunca un sistema, su obsesión les hace llegar tan profundo que les lleva a desgranar partes de un sistema que solo mantienen y dominan unas pocas personas en el mundo. Para hacer que tu transformación T(θ, P) funcione como esperas, tienes que viajar hasta un submundo muy, muy lejano, por eso este chiste sólo lo entienden ellos.


Y claro, claro que hay hackers mujeres, además de haberlas con gusto por la moda, con tacones y sus uñas bien pintadas. Pueden provenir incluso de la profesión de Matemáticas. Probablemente el hacking es solo un pasatiempo para ellas y no lo ejercerán el día de mañana. Probablemente poseen una inteligencia abrumadora, entienden sistemas a una velocidad envidiable y les sobra astucia para alternar lo sistemático con la creatividad necesaria para crear un exploit.

Probablemente podrían leer sobre economía y estudiar los métodos matemáticos que los subyacen. Porque son adictas a aprender. 

Y hackers hay desde el más básico hasta la polimatía. Como en todo.

Olvida la idea de nerd. Podrías tenerlos delante tuya y no haberte percatado.

Risk #8 - The Bookseller

Romanticemos una idea hasta el fin de los tiempos.

Era un tarde de finales Marzo, con la oscuridad ya infiltrándose en una pequeña librería de barrio en la que Violeta solía perderse entre inmesas pirámides de libros hasta impredecibles horas de la noche. Su hermana, Claudia, era la que atendía a los clientes, Violeta también, aunque se encarga mayormente de encargos, albaranes, reposiciones y de ir ordenando el caos de los estantes mientras escuchaba música. Tampoco era su único trabajo.

En la trastienda tenía su pequeño escritorio de madera, adornado con un florero de rosas de la familia té y una taza de café que rellenaba con excesiva periodicidad. En la esquina izquierda tenía apilados sus siguientes lecturas y en la esquina derecha, convenientemente orientado hacia ella, un ordenador portátil dónde desarrollaba toda su creatividad. En la librería había varios tipos de libro «arte, poesía, economía, política internacional...» y era frecuentada por universitarios y policias de la brigada IT del cibercrimen que tenían la academia en la misma calle, «dulce ironía».

Llevaba semanas estudiando los sistemas de Dark Pools para comenzar a invertir su pequeña gran fortuna e ir normalizando sus compleja situación cripto-financiera. «Las Dark Pools no difundían información de la operación hasta que la orden se había ejecutado...», leía, lo que le daba margen para ocultar sus intenciones durante el ensayo-error e ir aprendiendo su funcionamiento con el objetivo de dar el salto definitivo a los exchanges dónde soñaba con batir al concurrente y ultracompetitivo libro de órdenes.

—¡Violeta!—le gritó su hermana desde el mostrador.

«Mmmm, tras cerrar la orden se reporta al Financial Industry Regulatory Authority (FINRA)...», recitaba el libro cuando sus auriculares salieron amputados con violencia de sus orejas.

—¡Violeta!, ¿dónde están los pedidos de los libros de las oposiciones a policía?
—En la caja que hay justo detrás tuya—le contestó sin apartar la mirada de su lectura mientras se recolocaba sus gafas de montura negra.

Claudia desapareció en busca de unas tijeras y Violeta desapareció pero en dirección hacia el libro, «... National Best Bid and Offer (NBBO)», continuaba, «cielos, los brokers tienen que garantizar el mejor ask and bid a sus clientes...», le interrumpió a los cinco minutos, de nuevo, su hermana.

—¿Qué es todo esto? Modelos estócasticos—plof, Claudia dejó caer el primer libro sobre su escritorio—dinámicas económicas—plof—¿geopolítica en la frontera indo-china?—plof—¿y este inédito interés por la bolsa? ¿Y China? Me da pańico preguntarte, con eso de tu hobbie hacker... nunca sé lo que tramas.

—No estoy haciendo nada ilegal—le contestó. No exactamente, pensó.

«... sólo estoy viendo si es posible batir a los inversores HTF con su mierda del Machine Learning», se dijo mientras se recolocaba los cascos de música.

Sumergida ya en la lectura, los minutos pasaron volando. Escuchaba una cover de Passive del grupo A Perfect Circle cuando una notificación emergió ante la entrada de un nuevo email:

Subject: Disponibles las nuevas semillas de rosa con olor a vainilla

«What? ¿Cómo ha pasado este correo mi filtro antispam?», se dijo. Posicionó el marcapáginas del libro y lo cerró. Su mirada ahora estaba poseída sobre un términal en la que tecleaba a gran velocidad. Estudió las cabeceras crudas del correo, manía suya -siempre- antes de abrirlos, observando que aquello era algo más que un correo de venta de semillas. Inmediatamente ejecutó un análisis visual de la entropía, porque aquel correo no era nada normal, y extrajo un bloque que parecía algún tipo de mensaje cifrado. Le pasó el trozo al programa de criptoanálisis y a los cinco minutos obtuvo en pantalla:

Quién eres tú 

sino el otro lado de la historia.

Toc, toc.

y con ella, hoy, tropezarás

- Nobody


Ojeó el sumario del criptoanálisis dónde se especificaba el tipo de cifrado utilizado, en este caso uno arcaico, y el final del sumario terminaba con «la contraseña es: "el pintor y su diosa romana"»,  clave que usó el spammer para ocultar el estúpido poema en el interior de un críptico mensaje que ni siquiera debía haber pasado su avanzado filtro antispam.

«PAYASO, ¿quién es este poetilla?», siguió indagando un largo rato, estudiando las trazas del correo,  instante en que la hermana volvió a molestarle:

—Quédate encargada de la librería—le impuso Claudia, como si fuera la jefa de un negocio que, por cierto, se mantenía gracias a los turbios negocios de los que Claudia no quería saber. «Mal momento», pensamiento que no quiso exteriorizarle.

Claudia salió del establecimiento, siempre puntual, porque tenía estudiados los descansos de su amante que, como un reloj, salía cada hora al balcón a fumarse un cigarro, lo que Claudia aprovecharía para saludarle. 

«Triste, patético e increíble. Nunca te enamores de un artista o acabarás como Claudia, enamorada de una idea que nunca existirá...», deslizó la mirada a la pantalla, abrío otra vez el sumario del criptoanálisis y fue consciente de aquella extraña coincidencia «Pintor... Mmmm, tan payaso como tú: spammer. Hasta rima.», recordando entonces el verso «y con ella, hoy, tropezarás».

Risk #9 - Hacia la meta-narración

Minerva estaba en su propia oficina ultimando un reporte de riesgos para una gran multinacional. Su escritorio lucía en pulcro orden, un rasgo que delataba su personalidad perfeccionista, lo que, posiblemente, amén de su ambición, auspició su carrera profesional y a tejer una red de contactos en cada agencia gubernamental del país. Detrás del escritorio colgaba un cuadro con uno de los primeros mapas científicos de la historia, de 1527, dónde se reflejaba una América todavía inexplorada y apenas cartografiada. En 1492 Cristobal Colón descubrió América y, por entonces, no estaba claro que la Tierra fuera esférica. No fue hasta 1519 que salió una expedición de cinco naves, comandada por Fernando Magallanes, desde Sevilla, rumbo hacia lo desconocido; regresando 1123 días después para echar, finalmente, el ancla cerca del muelle de Sevilla y completar, así, la primera circunnavegación conocida por la humanidad. El mapa era Historia de la Geografía.


Inmersa y concentrada en cientos de documentos, sonó el teléfono de su despacho, justo cuando menos quería ser interrumpida. Era un analista de finanzas que solía contactar con ella para que le desgranase algún asunto que escapaba de su expertise, algo normal con economistas y financieros, iletrados por regla.

—Siento molestarte a estas horas. Menudo caos hay aquí, Minerva. Una duda... sobre la corporación Japonesa de acero que quiere adquirir la histórica manufacturera de Estados Unidos, ¿qué opinas? ¿cuál es la causa de tanto revuelo? y, ¿por qué se considera un tema de seguridad nacional?
—Hola, Josh. Muy largo de explicar, pero sintetizado: es por política doméstica, por el futuro de los suministros y está directamente relacionado con asuntos sindicales y la incertidumbre laboral. Súmale el control extranjero de una pieza clave en la manufacturación de otros sectores nacionales, como puede ser la fabricación de coches. Aunque hay varias dinámicas más a considerar, Josh.

Tras diez minutos al habla, Minerva colgó el teléfono y retomó el reporte, acelerando para terminarlo antes del almuerzo. Por la tarde tenía cita con el pintor y necesitaba inhibirse de otras tareas, además de hacerlo por curiosidad que sentía por el universo del artista. Ella estaba acostumbrada a un mundo de hombres enchaquetados, de poder, muy serios y terriblemente aburridos. Y para que negarlo, tratar con alguien del sector creativo era un soplo de aire fresco.

A las seis de la tarde, puntual como su perfeccionismo, subió las escaleras hacía el estudio dónde continuarían con el extraño proceso de profiling realizado por un artista peculiar, o eso creía, ya que tampoco conocía a muchos más. Su pintor la recibió como si tuviera privilegios de princesa, y eso le provocaba una mezcla de curiosidad y adulación. Ya en el interior del estudio, él, impaciente, no se esperó para reanudar una conversación que consideraba en pausa.

—He estado leyendo sobre juegos de guerra y algo de geopolítica. Es fascinante…—dejó la frase en suspenso esperando la respuesta de Minerva, pero ésta tardó en llegar.
—¿Y cómo crees que eso te va a ayudar con mi lienzo?—Minerva contestó tras liberarse del sombrero y del pañuelo de cuello.
—Me gusta creer que dibujo una historia, no una mujer sin más. 

Se dirigieron al centro del estudio, iluminado por la cálida luz de la tarde, y se sentaron en los sillones puf, color caqui, con los cafés ya preparados para la ocasión. Con él, Minerva había optado por la estrategia de dejarle guiar la conversación aunque, en cualquier instante, empezaría a ser ella la guionista seduciendo la conversación hacia sus propios intereses. El pintor, como no, continuó hablando.

—Tengo aquí apuntada una frase “whoever rules East Europe commands the Heartland…”
—“...whoever rules the Heartland commands the World-Island; whoever rules the World-Island commands the World”, de Halford Mackinder—completó los versos ella.
—¡Sí!, ¿es cierto que quién gobierne Heartland comanda el mundo?
—No. Además, no es eso lo que dice Mackinder. No es más que una teoría que introdujo hace más de un siglo. El mundo es más complejo que tres líneas un tanto poéticas, ¿no crees?

«Primera puñala de la conversación», el pintor se sintió agraviado.
«Capaz de haber buscado Heartland en Google Maps», pensó ella.

—Bien, bueno, sí…—dijo él.
—Mmmm, no te sientas mal, es un error bastante común caer en inceptions en este campo.
—¿La película, dices?
—No. Los teóricos de la geopolítica construyen su mundo y su discurso influenciados por ellos mismos y por su contexto político-geográfico contemporáneo. De ahí el inception, pero sí, como la película, supongo.
—Eso sí que es poético, ¿eh?
—Sí…—dijo Minerva, levantándose y dirigiéndose hacia una mesa del estudio que rebosaba de papeles y bocetos—¿Puedo?

Y otra vez, sin esperar el permiso, como ya acostumbraba a nuestro pintor, empezó a pasar los dibujos uno tras otro.

—También estuve leyendo sobre el uso de wargames en tu industria—dijo él en un intento infructuoso y pretencioso por sonar interesante.

Minerva parecía no estar escuchándole, estaba reordenando el caos de la mesa mientras iba seleccionando algunos bocetos en un montón aparte.

—Me acordé de la conversación instructiva que tuvimos en el pub, sobre pensar en términos estratégicos y aplicarlos con vistas a predecir el futuro, o de conseguir la victoria. Desde entonces todo lo planteo en términos de juegos de guerra—continuó él.

Ella seguía inmersa en los bocetos que, a él, seguramente, no le llevaron a ninguna parte. Tras una pausa, Minerva le contestó—No tonto, la vida no es un juego de guerra—y así le sirvió la segunda puñalada del día; dulces heridas. Minerva seleccionó dos dibujos y los dispuso en un caballete convenientemente situado a la izquierda de la mesa. Y se alejó para observarlos. 


—¿Y estos dos sin terminar? Cuéntame su historia—le dijo ella, «y así entiendo que hago aquí y cuál es mi propósito», pensó.

Aquí es dónde comienza el conflicto de una obra. Una obra, aún siendo firmada por un autor, es su sujeto, la modelo, la que cobrará vida a través de sus trazos. El lienzo permanecerá congelado el tiempo: puede exponerse; puede sentirse; o quizá acabar abandonado en un cajón cualquiera. En una obra siempre hay dos historias: la plasmada y la real. La real es el conflicto y la sincronía entre autor-modelo; y es rara vez percibida por sus espectadores. La plasmada es sólo la superficie de la real.

—No quieras saber—contestó el pintor incomodado—además, esto va sobre ti, no sobre mí.

Fue entonces cuando Minerva comprendió la problemática y las consecuentes «heridas de guerra» del artista, de la imposibilidad de extraerse del lienzo y ser solamente autor, porque «hay historias que escapan y transcienden a los involucrados; y quién sabe que más dinámicas podrían emerger en el interior de este submundo», pensó ella mientras miraba a su pintor, aunque «era muy sugerente que hubiese sido su elegida».
En los suburbios de la inteligencia siempre habrá hojas que crepitarían si su fuego interno las dejase arder

Nota. Si hay un personaje que me da vértigo, es éste. Divide una historia de dos morales en tres y la fragmenta por y en cada sentido.

I.- Año 2015, durante algún día de Febrero, en Sierra Nevada.

No era hacia dónde se dirigía, sino el mensaje. Porque permanece lo que puede ser interpretado en su futuro. Porque es y será siempre que existiera su receptor, pero es no porque nadie se conoce como receptor en este hoy; donde nadie es su presente y siempre lo será en un mañana en que él sabrá encontrarse. Sí, por supuesto: tan sólo si el mensaje supiera cómo permanecer, claro.

Aquella tarde—él o ella—caminaba hacía el pico del Mulhacén, picando los bastones en su extrema pendiente, en un infierno de nieve, blanca y roja, de su propia sangre manifestando su estela sobre la piel de la montaña. Pero no caminaba hacia lo más alto, sino que lo hacía sobre el tiempo, desplazándose sobre él y moviendo su historia por encima de sus límites. Se dirigía, solo, hacia una nueva ninguna parte desconocida. Sin descanso, sin provisiones, abandonando a los senderistas que velaban por su presente y olvidaron hacerlo sobre él. Lejos, en la base de la montaña, donde también se desprendió de sí mismo. Muy lejos—él o ella—, tan lejos y tras sus huellas infinitas de sangre; allí, tan lejos que hasta el tiempo olvidó sus senderos; allí dónde ya no quedaba ni tiempo. 

El Mulhacén sólo sería su primer test. Tendría que someterse a toda la distancia necesaria para permanecer atado a otra época. Así moriría—él o ella—, no antes, sino en su durante: la de su búsqueda, significase o fuera lo que ésta fuese.

¿Cuántas veces puedes romper algo hasta que desarrolle robustez? El hombre perdido, reiteradamente perdido, podría terminar aprendiendo; acabar resistiendo la prueba del paso del tiempo, su a través, dónde fallecerán sus próximos caídos, futuros inertes de un sendero imposible, no delimitado y excluido de animales que no serían capaces de avanzar sobre aquel último no-camino sobre el que—él o ella—estaba decidido a recorrer.

Eligió el lugar. Y limpió la nieve; pasando las siguientes horas escribiendo con una herramienta pictográfica su mensaje, sin dueño, sobre roca:

Dime, tú que leerás esto, qué responderías si tan sólo supieras que eres el único destinatario, no otros, que tampoco podrá responder si no es con alguien sosteniendo la pluma sobre nuestro presente, y tú, allá, escribiendo encima de las estrellas y sobre instantes que somos y seremos—o seríamos— sólo durante su conquista, la de su instantaneidad, asesinando el tiempo y quebrando sus reglas, haciendo de él una emergente vida, distinta de ésta, que entienda que se puede ser simultáneamente destino y significado. Y todavía así, tú, él destinatario, se permita prescindir del sujeto sabiéndose receptor del mismo; destruyéndolo si fuera necesario tras leerlo. Tú; nadie.

Al terminar, lo cubrió bajo la densa nieve y se permitió pensar en su último destino, el Everest, no sin antes visitar los siguientes cinco picos. Muy lejos. Pero más lejos aún.

II.- Una década después, continuando Risk #9

Violeta, ahora disfrazada de P33k, siguió la pista del correo. Varios servidores SMTP después, llegó a la estafeta final: una dirección IPv6 muy coqueta y elegida para ser inolvidable. Y se lanzó hacia ella.

$ ssh nobody@xxxx:xxxx:xxxx:xxxx:xxxx:xxxx:xxx:xxxx
######## Sólo un intento, si fallas, desapareceré.######
nobody@xxxx 's password:

«No tan rápido, ¿por qué gastar la única bala cuando puedes hackearla, a ella: a la bala, o a la mismísima arma?», y se sumergió muy profundo en lo que era su especialidad.

III.-

—Oye, ¿mantienes algún tipo de contacto ulterior con tus modelos?—le preguntó Minerva sonando casual.

—Supongo que sí…

—Tienen que tener historias fascinantes de las que hablar, ¿no? Por ejemplo, la mujer con un aire a Scarlett Johansson...—Minerva escondió su brutal indiferencia por la historia de aquella mujer.

El pintor se acomodó y estuvo cinco minutos hablando sobre Scarlett. Minerva, paciente, esperó su momento, el perfecto, en que él estuviese con la guardia baja. Entonces esgrimió la duda sobre su objetivo.

—¿Y la chica tatuada?—ella disparó la pregunta repitiendo su aparente despreocupación.

—No, ningún contacto—respondío él muy nervioso en sus adentros.

«Mientes», Minerva lo supo al instante, pero no se detuvo y le preguntó por su siguiente indiferencia. «Ahora sí tienes todo mi interés, pintor, no sobre aquellas otras mujeres, sino la mía sobre ella», se dijo con un silencio calculado.

La tormenta no se detuvo allí, porque el caos siempre viene acompañado de más caos, y sonó el timbre de la puerta. Él miro la hora y se maldijo, «joder, puntual como un reloj», era su amante, Claudia, dueña de la librería y hermana de su última gran mentira.

No haría nada, sólo ignorar la desafortunada coincidencia. 

Pero el timbre insistió, aumentando su nerviosismo.

—Están llamando, ¿no abres?—dijo Minerva con mirada desafiante.

—No, no cuando estoy trabajando.

—Pero, ¿lo estás haciendo ahora?

—Sí.

—¿Sí?—y ella se dirigió con decisión hacia la puerta. Si la abría, descubriría en las facciones de Claudia toda su mentira y ésta le explotaría en mil pedazos, a él y a su mundo.

Tenía que hacer algo.

Pero se quedó en shock. Helado. Sin capacidad de reacción. Horrorizado.

IV.

Quién eres tú 

sino el otro lado de la historia.

Toc, toc.

y con ella, hoy, tropezarás

- Nobody

Demasiado fácil, sólo tenía que teclear «el pintor y su diosa romana» en el terminal y ya estaría dentro del sistema. Pero no lo iba a hacer. Para qué; si ya estaba usando una herramienta propia para escanear indicios de posibles vulnerabilidades o huellas que delatasen la naturaleza de lo que tenía delante. Además, todo servicio deja indicios; lo que venga después lo podría crear a la carta si la motivación de penetrarlo fuese muy alta. 

Empezó el juego y durante horas su atención estuvo poseída con trepidante magnetismo sobre su nuevo juguete. No entendía cómo ninguno de los servicios dejaba fingerprint alguno, ni que crasheasen ante ningún bugbugs conocidos con exclusividad en sus círculos oscuros donde traficaban con esa información. Pero nada; allí nada estaba en su sitio y todo era distinto a lo habitual, siendo indistinguible pero con otro comportamiento. Extrañada porque siempre había algo a lo que agarrarse y de donde extraer información, en aquel servidor no había nada indiciario de nada. Así que decidió que tampoco perdería más tiempo en un correo anónimo de un estúpido poeta, «será por stalkers», y fue a por el bloc dónde tenía anotada la password para finalizar con aquel misterio, de una forma u otra, cuando recordó que Claudia todavía no había regresado. 

«Dónde estás, Clau, ¿llevaba la librería horas desatendida?», se preguntó sin importarle demasiado.

Entonces tecleó la contraseña. 

Y ya estaba dentro. C'est la vie.

### Bienvenido a ninguna parte.
### El siguiente acceso tendrás que ganártelo;
### serán tu par de claves: únicas y solo tuyas.

Último login: Mon Feb 19 03:02:02 2035 from nobody.home


$ who -a
           system boot  2035-02-01 04:05
           run-level 5  2035-02-01 04:05
LOGIN      tty1         2035-02-01 04:05               666 id=tty1
nobody    + pts/0        2035-02-19 03:02   .         11977 (nobody.home)
nobody    + pts/1        2025-02-19 20:02   .         65143 (p33k.home)

Allí estaba él—o ella—y Violeta, ambos conectados como “nobody”. Ejecutó varios comandos hasta que se decidió a hablarle por el terminal—o a sí misma para ser técnicamente precisos—, sonando el “echo” —eco—remoto del mensaje sobre ambos terminales:

nobody  pts/1> Hmmmmmm —escribió Peek. El cursor parpadeo durante lo que parecieron minutos.
nobody  pts/0> QUE HACES EN MI DOMINIO, ME HAN HACKEADO
nobody  pts/1> Tonto…
nobody  pts/0> No tenemos mucho tiempo, algo que no debía de ocurrir está a punto de suceder
nobody  pts/1> No te hagas el interesante, gilipollas
nobody  pts/0> No
nobody  pts/1> Dime
nobody  pts/0> Aquí los segundos son eternidades y sólo tenemos treinta segundos
nobody  pts/1> 29, 28, 27…
nobody  pts/0> 25
nobody  pts/1> ¿estás de broma?
nobody  pts/0> No. 21, 20…

V.-

Minerva se acercaba a la puerta dispuesta a abrirla, porque quién miente una vez, siempre tiene más que esconder.

PS. Quién sabe si esta saga continuará...

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