Hay una costumbre europea (y no tan europea) de poner un candado en un puente para simbolizar una especie de juramento al amor. Me encanta el Romanticismo como movimiento, no cómo pretensión o exultación, ya que para eso tenemos a poetas postmodernos o puentes en riesgo de ceder por culpa de tanto amor encadenado. Tanto esteticismo impostado sobrecarga incluso al que lo busca y le gusta, sólo que a algunos todavía nos queda hueco para el arte, lo exquisito o lo genuino.
Una de las fases más importantes del amor es el post-amor, que ocurre cuando tu ex-pareja saca aquella pistola escondida en la mesilla de noche (que guardaba por seguridad) para utilizarla contra ti, vaciando el cargador y recargándolo de nuevo por si todavía no te había finiquitado. La moraleja(o la experiencia, buena consejera) es que nunca pongas un candado en un puente si no eres un oráculo del futuro y sabrás que la persona con la que compartes viaje impostó la lealtad mientras le quedaba (a ella) aún amor por deshojar. Ahí es cuando emerge la deslealtad post-relación, con tiroteos en un sólo sentido de quién habría puesto un candado en París: pero por ti. Qué ironía.
Hace unos días le leí a una de mis escritoras favoritas lo feliz que era de tener un ex que la cuidase tan bien. Qué envidia, ¿no? una post-relación sin tiroteos. Y ya casi en modo punto y aparte, lo importante que es comprender a quién abusa del cinismo y del sarcasmo, por eso de entender este post y a su autor.
Por terminar con arte, me encanta esta cantante... pero sobre todo la genuina entonación del 'Baby, I wanna fuck you', y no me hubiera importado que la estrofa fuese un 'Baby, I wanna love you', que también la habría dado por exquisita. Porque son los detalles, querida.