Ya no hay mirlos con miedo,
ni mariposas cazadas.
Ya no hay galopadas,
ni gorriones que salvar.
Ya no hay maullidos,
ni entradas y salidas intempestivas.
Ya no hay danza del vientre,
ni sueños nocturnos que estropear.
Ya no hay ronroneos,
ni caricias.
Ya no hay insistencia,
ni tazón de comida que desbordar.
Ya no hay tú,
ni tu dulzura.
Ya no hay viaje,
ni a quién acompañar.
Ya no.
Hasta siempre, mi amiga.