Nunca he sido de buscar activamente el amor. Soy un desastre, se me da mal mostrar afecto o escribir poemas o frases románticas para colocarlos junto al desayuno, listo para servirlo en cama. Eso sí, soy leal, divertido, hablo mucho, me gusta pasear, visitar museos, exposiciones, librerías o ir a la montaña. Me gusta lo nuevo o aprender, y sí, creo que ya estoy listo para instruirme en ser detallista o afectuoso. Estoy entendiendo lo que es estar enamorado. A pensar que merece la pena cortar una rosa por amor, a no inhibir el quererse comer a besos o a que el mejor plan sea estar en el sofá, en posición de cuchara, con una mujer que sienta que sí necesito(a morir). Y ahí emerge mi problema: no haber necesitado a nadie o no haber encontrado a la adecuada. Creo que soy bastante buen partido, por cierto.
Este post parece una descripción para alguna aplicación de encontrar pareja o ligar, excepto que nunca he usado ninguna, ni creo que lo haga. Nuestros gustos sirven para encontrar personas afines, pero no para no repetir errores del pasado: distinguir el "me gusta" del "la quiero, sólo que para siempre".
Hoy, día de San Valentín, todos hablan sobre el amor. Y yo llevo semanas pensando que me apetece volver a perder el control, a regalar flores o a equivocarme y aceptar el riesgo de acabar completamente roto(un eufemismo para decir que no quiero ser el que rompa el corazón nunca más). Necesito una mujer que me fascine porque esa es la puerta a la verdadera pasión; esa puerta que te encierra por dentro, en su mundo, y del que no quieres volver a escapar. Quiero sentirme fascinado. O como mínimo, cómo se describe en esta frase:
Wait for someone who loves you differently. One who can see the fire in your soul, the child in your laugh and the ocean in your heart.
Aunque prefiero terminar con un "quiero equivocarme (para siempre) contigo" como aspiración hasta encontrar a la mujer que realmente me hipnotice, porque "contigo (sí) quiero aburrirme". Mientras tanto, seguiré sin buscar activamente el amor, ya que no soporto dañar o volver a ser la pérdida de tiempo de nadie.