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Sobre el paso del tiempo (pretérito cero: sabor música; parte III)

Dos lustros, una década,
y todavía no me desconozco. 
Un veintitrés de noviembre, 
una fecha que jamás olvidaré.
Durante éste aquí, éste hoy, 
Dónde justo ahora me pregunto:
¿quiénes somos sino lo que fuimos?
Pero, ¿qué seremos? 
ℵ, El recuerdo, 21 de noviembre, 2024

El 21 de noviembre de 2024—hace dos días—falleció uno de mis gatos y quiero mencionarlo y abrazarlo entre letras porque él también fue más que una década para mí. Te menciono y permaneces conmigo en este hoy, mí aquí, aunque tú, tu ahora junto a ella, que también nos acompañó y a la que tras releer su poema me juro—y sé—que la escuché maullar:

Ya no hay mirlos con miedo, 
    ni mariposas cazadas. 
Ya no hay galopadas, 
    ni gorriones que salvar. 
Ya no hay maullidos, 
    ni entradas y salidas intempestivas.
Ya no hay danza del vientre, 
    ni sueños nocturnos que estropear.
Ya no hay ronroneos, 
    ni caricias. 
Ya no hay insistencia, 
    ni tazón de comida que desbordar.
Ya no hay tú, 
    ni tu dulzura.
Ya no hay viaje,
    ni a quién acompañar.
Ya no.
Hasta siempre, mi amiga.
ℵ, Compañera, 24 de mayo, 2022

Narrar una despedida es el teatro de quién no se quiere ir. El que está decidido, se va—con ruido o sin él—. Hay adioses que tardan en comprenderse porque no los supimos ver. Y lo que queda es la ausencia, que no se irá hasta que se asimile: la del que se fue sin avisar. Hoy soy yo el que no quiere dejaros ir en el teatro de mi vida y ésta es mi dedicatoria felina—sin dramas—. Hoy te celebro dando paso a la música.


Nota 1. Pensé en no incluir los siguientes textos rescatados de 2013 pero creo importante resaltar los símbolos que utilicé en mis primeros ejercicios literarios, que no son sino la infancia del alma de éste escritor, ayer enterrada, hoy resurgiendo para postrarla aquí, en su reminiscencia.
Nota 2. Hay algo de inevitabilidad en querer arrepentirme por haber elegido—entoncesa Lindsey Stirling u otras canciones—pop o rock—como inspiración. 
Nota 3. Esta parte es, probablemente, distinta a lo que se podría esperar porque va, sin ningún escrúpulo, hacia mis orígenes.

“La soledad de la Alta Mar

Con un ojo parcheado y mirando al horizonte por el periscopio, como embelesado, recordé que tuve la suerte de llevarte a Alta Mar. El libro estaba deteriorado, pero me gustaba su olor y poder sentir que alguien más experimentado que yo quería enseñarme, mediante su lectura, una complejísima parábola. Gracias a él comprendí el significado de humildad.

La parábola era como una enseñanza transmitida mediante símbolos, y que a su vez, podía leer para comprenderla y hacerla mía (o rebatirla, ¡faltaría más!). Era como dejar flotar en el aire una idea y observar si se comportaba como un gas perfecto o no. Al final todo fluye, como los líquidos; y por ende, como los gases. ¡Ah! Y se me olvidaba, también como las ideas, que por algo fluyen y por algo son el fin de este escrito.

El libro se titulaba Las Puertas de la Percepción y me lo había recomendado aquél sabio, que era tan sabio como viejo. Este Huxley tenía ideas muy curiosas que me servían para paliar la sensación de estar tantos meses sin pisar tierra. Al menos, me decía desde este refugio que os relato, imaginé historias en Alta Mar que en Tierra eran imposibles. Irreales. Pero ahí estaba yo, fluyendo; conectado con todos vosotros.

ℵiemand, 5 de noviembre, 2013

Los símbolos son nuestra mitología. Por eso es importante elegirlos con devoción porque serán tatuajes perpetuos en nuestra piel. No soy religioso y no creo en nada que no pueda demostrarse, pero tampoco reniego de las creencias ajenas. Si Niemand, en alemán, significa Nadie, no es porque me sienta nadie, sino porque es un símbolo, como lo es 108, que siendo un número cualquiera, también es un Número de Aquiles—y mucho más—. Son tinta perpetua en mi alma y son tatuajes que sólo tienen significado para mí. Son el nexo de unión entre dos mundos distintos: la matemática en la piel y el infinito en la negación del ser—la del sujeto, la de su destrucción, liberándolo de él.

Vibra. Cuando lo tocas su vibración se transmite por tu cuerpo. Eso te hace sentirlo. Lo sientes y te sientes sincronizado. En armonía. 
ℵiemand, Matemática - Infinito : La Nada, el Elemento y el Todo, 29 de Octubre, 2013
 
“Y los siete mares, finalmente, fueron lanzados al infinito.”
ℵiemand, Aleph, ℵ, 9 de diciembre, 2013

¿Por qué quiero saber siempre tanto pero tan poco? Si siempre acabo rehuyendo de lo ya conocido. Si siempre voy vaciando símbolos que relleno con pedazos de tinta negra hasta olvidar el sabor de mi propia piel; si un día leí miles de páginas de filosofía, y cuando no me hallé en ellas, las olvidé; cuando y si sólo trasciende el recuerdo del azar, que siempre elige por nosotros, ¿cómo—no—hablar de ti sin mencionarte?—Filosofía—Y, ¿por qué no soñar entre tanta pregunta? Si las estoy dejando abiertas, porque no son heridas, sino que fueron y serán dudas de éste campo abierto que no tendrá fin.

Te levantas buscando la misma puta respuesta de siempre;
y te acuestas igual: eso es vivir. 
Te busco y no te hallo; me desespero pero no lloro.
Soy fuerte, sobre todo cuando más lo necesito: ese soy yo.
Si supieras lo que estaría dispuesto a pagar por finiquitar, ésta, mi angustia.
¡Ay! ¿pintar todo el cielo como trueque?: esa tan sólo sería mi primera oferta.
Me levanto agotado, sin ganas de ti, y por eso me agarro a mí: esa es mi fe.
 ℵiemand, La pregunta que siempre acaba igual, 21 de diciembre de 2013

¿Qué consideraba en 2013 un meta-ensayo? Un artilugio literario en el que las palabras estarían sobre el espectáculo musical: sobre, debajo, dentro o al lado de ella—la música.

“Una palabra que viaja por distintos paisajes siempre guarda un secreto que sólo ella conoce. ¡Plof! Es el sonido de caer una y mil veces en un imposible. Llevo seis meses intentando escribir un texto que me sobrepasa, que salta sobre mí y se ríe. Si tan sólo tuviese la oportunidad de atrapar su historia, de absorberla y bailar unos segundos sobre ella; entonces, sí, entonces, podría detener este tiempo que no me permite dormir.”

ℵiemand, El Primer Meta-ensayo, 29 de junio, 2013

Lo bonito de las palabras bien elegidas—su etimología—, es que su significado trasciende el tiempo y representa a su orígen. El lenguaje es función de su interpretación, que también es, a su vez, función. El lenguaje es el viaje de nuestra interpretación. El medio: su arquitectura; el símbolo: su transmisión; el receptor: su poder. Y también es toda una obra de la Ingeniería y de las Humanidades.

El intérprete es la interpretación de meta-símbolos, siendo éstos la interpretación de una secuencia de símbolos primitivos—más primitivos que los meta-símbolos, pero no necesariamente en su esencia: podrían ser reducibles—. Son símbolos en su naturaleza. El lenguaje es el quién y lo qué será interpretado y su destino no está atado al presente. Evoluciona en su futura recursión, se recombina y se diversifica en nuestro paisaje durante su transmutación para sobrevivirnos. Son espacios, símbolos y reglas en la Ruliad, nosotros somos la niebla de una construcción artificial durante su observación.

El primer violín queda viciado en la desesperación.
El segundo le compadece, le habla, pero sus lágrimas le impiden salir de su estado: oscilando eternamente en la tristeza.
Es el tercero el que eleva sus almas, les marca un ritmo y carga con el peso de la melodía.
¡Seguidme!—parece que les insinua con un ritmo grandilocuente.
El cuarto violín, ¡que cada uno lo interprete!

ℵiemand, Segundo Meta-ensayo: Violines que hablan sin palabras, 30 de junio, 2014

Cuando has muerto en todos los campos de batalla, lo que queda es mezcla de nihilismo y ambigüedad: sólo lo que tiene capacidad de permanecer, permanece. Nosotros somos el resto, su demás, su residuo, y no pasa absolutamente nada por aceptarlo: somos tiempo muriendo. Además, cuando la solución está en el pasado—lo que seremos—, no hay necesidad de buscar más: ‘buscare la solución si pudiera desandar el tiempo’—y yo no sé qué hago aquí, ahora, ensuciando el pretérito imperfecto del subjuntivo mezclándolo con un futuro que todavía no está.

A veces me observo e intuyo que estoy muerto,
que no hay ideas por las que merezca la pena un esfuerzo.
Y si esto no es lo más parecido a estar muerto,
Dime,
¿qué lo es?
¡¿qué?!
 ℵiemand, Tercer ¿meta-ensayo?: Muerto, 18 de junio, 2014

Si lo que lees es fuente de lo que escribes, eres un derivado de. Y no lo pienses demasiado: estás atrapado dentro de una semilla—recién emergida o no—, siendo tú su espectáculo y su nada a la vez. Componer involucra más de un elemento y/o más de una fuente. Y hay quién nunca lo entiende. Si no compones por ti mismo, eres un observador, un comentarista y un ser pasivo: eres agua estancada, desierto o flor sin pétalos—ya no hay vida en ti y estás siendo desintegrado.

Cuenta la leyenda
que tras asomarse a esos abismos
siempre desaparece algún curioso.

¡Qué sé yo!
que quisiste asomarte al mío
mirando en el de otro.

Y ahora convives entre tus restos,
intentando salir de tu particular abismo,
día sí; y día también.

ℵiemand, Tu abismo, 14 de marzo, 2014

El lenguaje nunca alcanza a las ganas, tampoco a nuestros intentos por ‘mimetizar’ los sentimientos, de ahí a quienes renuncian al lenguaje. Entre expresar e ilustrar hay todavía más renuncia. Y entre tanta renuncia encadenada, lo que queda son palabras. Quedan símbolos. Quedan residuos. O quedan poetas caídas en combate con versos que aún viven y vivirán en la espera de ser descubiertos entre lo silvestre. Éste fue el único poema que le dedique a una poetisa, el resto nunca pertenecieron a nadie. O sí: a Nadie—a su versión femenina, no dentro de mí, sino dentro ella: de una hipotética agonista.

Deslizaste tu larga gabardina
recorriendo mis antojos;
tu cuerpo, él,
sumergido en esa coraza impermeable,
rellena de ti, vacía de lo demás.
Y cuando el invierno se va,
te desnudas hasta quedar con dos prendas,
escapas y te pierdes en la paz de la playa
rodeada de arena y agua,
incrustando tus pies en su fina granularidad
mientras ésta se pega a tus hermosas piernas.
Tus ojos ahogados en el horizonte del mar,
en África—me dices una y mil veces—
que queda más allá.
Esta falsa paz que sientes
rodeada de nadie o de gente,
no te engañes, se llama soledad,
y la buscas como una loca desesperada,
que se refugia una vez al año en la lectura,
mientras calla, lee y no habla;
perdona si insisto,en que yo lo llamo soledad.
Y cuando al fin me escuchas,
comprendes que mis 365 días del año
son como tú en ese perfecto verano que describes
que no es si no lo que ya repetí dos veces.

ℵiemand, Soledad, 31 de mayo, 2014

Distingo tres fases en el aprendizaje de un lenguaje: 
  1. En su edad infantil, cuando mezclamos nuestra personalidad y pasiones con lo aprendido. 
  2. Cuando absorbemos expresiones y nos olvidamos de su significado. 
  3. Cuando maduramos y somos las dos fases anteriores y algo más.
Y alguien estaba aprendiendo a caminar sobre otro mundo que no era el suyo.

Si bajas cada paso
es uno más bajo.
Baja.
Pero no olvides:
un paso.
Otro.
Y otro
Te acercas.
¡Para!
¿¡Me oyes!?
¡Por favor!
Has ido más lejos que yo:
hasta siempre.
empre
eco.
k.o.
 ℵiemand, Tú, 18 de julio, 2014

La escritura es la sofisticación del lenguaje. Pero lo sofisticado tiene un coste: a más rigor, menos margen para lo estético. Nos esclavizamos cuando dejamos de ser nosotros mismos y el rigor de nuestra obra nos atrapa—y traspasa—deformándonos en un personaje que deja de ser persona.

Es una regla estética: es diferente leer a alguien individualmente que situarlo frente a su contraste: relucen sus imperfecciones—las del otro—. No es lo mismo describir la belleza que un razonamiento. Pero hay quién sabe ser ambas, siendo el contraste insoportablemente radiante—y no hablo de mí—. Sabe ser blanco y negro. Y, cuando quiere, escapa del rigor porque no quiere ser jaula ni arte enjaulado.

“Sueño inquieto el de tu mente, que sin existir, lo estás creando. Y posiblemente es la estupidez más maravillosa que hagas nunca. Cuando uno escribe, y esto lo hace únicamente para dignificarse, conoce el significado de cada punto, de cada coma; de cada apóstrofe. Es conocedor de la mentira que esconde cada palabra aunque, ciertamente, es desconocedor de cuánto hay de verdad (y de realidad) en todo el texto. Porque digo yo, que si lo supiera; no lo escribiría. El alma nunca se termina de desnudar—y perdón porque en vez de ‘alma’, tuve que decir Yo: Nadie.

ℵiemand, Escritor, 14 de agosto, 2014.

Es increíble la fuerza de la escritura cuando anotamos nuestras reflexiones. Un día, una sucesión de eventos y personas te inspiran a escribir un razonamiento; meses después, lo relees y concuerdas con tu pasado, pero serías incapaz de escribirlo igual porque la casuística ya no está.

Se mueve y empieza a ser una danza donde el vértigo está en quién observa; como si el arco del violín se deslizase lentamente mientras invoca su excelencia, que ya no quiere evadir su soberbia, conoce su musicalidad y todo ha dejado de importarle

—será que no le queda inocencia sobre la que bailar—

porque escribiendo está dibujando su estela. Manifiesta su magnificencia cuando consigue que los demás se aparten, dejándole la pista tan solo para ella.

Tuve que convertirte en Una cualquiera,
para que así, al fin, me mirases.
Eso te convirtió en cualquiera;
entonces fue cuando me dije:
yo no te cambié, te superé.
ℵiemand, Danzando,  15 de Octubre, 2014

Llegará un día en que nos preguntaremos la diferencia entre detenerse, observar, repetirse y bailar; si siempre bailan los mismos mientras el resto permanece inerte. Porque dos que quieren comunicarse encuentran su oportunidad en el medio: el amor—o la pasión—es una pulsión sobre él. Todo se teje capa sobre capa, cada una con sus delirios, pero es la arquitectura—del medio—dónde ocurre la acción, dónde ocurrimos...

Me haces ir y venir
del Cielo al Infierno
día sí y día, con gusto,
también.
En un juego de sumisión,
en el que nos une la dominación.
Dime ¿a dónde llevan tus caminos?

Me precipito.
O me precipitas,
me odias,
¿me amas?
Me atrapas.
Caigo,
huyo,
te disparo
y me hieres: tú.
Nos iniciamos en otras artes,
recordando la erótica,
sucumbiendo a los ensayos,
pero, como siempre,
emergiendo.
ℵiemand, Cambiando, 10 de octubre de 2014

Serían carácteres imposibles, ¡ouch!
Y es que por allí, sin previo aviso,
viene un cuchillo ficticio,
que sin ser tú el destinario,
lo recoges del suelo
para apuntar a tu enemigo.
Éste, consternado,
se pone a la defensiva,
Y sin dar pie a un posible diálogo
comienza una guerra ficticia:
¡una absurda guerra ficticia!
Y es que ya nada importa,
sólo matar al contrario.
Las preguntas,
lo que viene a ser lo importante,
se hablará tras la muerte.
Y, por tanto, Nunca.
Niemand, Irracional,  15 Oct 2014 

[pero es la arquitectura—del medio—dónde ocurre la acción, dónde ocurrimos...]—en este sendero que está comenzando a diluirse hacía la parte IV, que será una ambigua y completa evasión; un no-camino y una omisión. Porque quién sabe leer música conoce sus tiempos y sus pausas—. Y esto se está acabando. El 12 de noviembre de 2014 decidí desviarme hacia lo que denominé la “poetisa indómita”, texto hoy perdido, pero que fue la representación de una mujer tatuada, salvaje y poeta que no podía ser cautivada—nuevamente, era una huida hacia escribirle versos a nadie.

Ya definidos los símbolos—nuestros tatuajes—, el medio sobre el que viaja, y definida su interpretación, sólo queda escribir el final de este “Sobre El Paso del Tiempo: sabor música”, uniendo dos mundos—el de la música y las letras—en uno; aunque su historia ya ha estado ocurriendo a lo largo de las tres partes ya escritas.

¿Quieres que hunda silencio en el mar?
Hablo de asfixiarlo,de hacerlo desaparecer;
que se ahogue por su propia presión.
Cierto, del que hablo realmente es de mí.
Y estoy agotando todas las reservas, ya.

¿Por qué?
Te pregunté.
Porque quieres verme morir
Abrí una puerta imposible, tal vez,
y ahora me señalas deseando verme caer.

¿Crees que agitar este infierno es sobrevivir?
Yo no, y aunque encuentre en ello diversión,
lo único que percibo es la muerte tras de mí.
rugiéndome y gritándome todo lo que soy: mi fatalidad.
Ya voy, me digo, a enterrar todo lo que alguna vez fui.

Bajo mis propios ojos,
no soy ningún guerrero mitológico, sólo un hombre.
Y pobre de él, que supo ganar y perder a la vez.
¡Detente! Poeta de besos que nunca versará;
amar es distinto a lo que pretendes ser.

Nada, Todo y Nadie juntos nunca verás emerger.
Elige bien, elige vivir y no morir,
Estúpido humano que creyó encontrar en pensar
una bella razón para existir.
¡Ay! Que te consuelas sólo a golpe de ti.

ℵiemand, Nadie te salvará, 22 de noviembre, 2014

A partir de aquí, sólo falta un año hasta el 23 de noviembre de 2015, un año desde 2014, otro desde 2024, para vivirte al revés, pero con mi olvido y todo mi desprecio para quién sí conoce la fecha: que no te recuerdo a ti, sino a la época. Tú nunca fuiste música; ni de nadie, ni de nada.

Dos lustros, una década,
y todavía no me desconozco. 
Un veintitrés de noviembre, 
una fecha que jamás olvidaré.

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