En los suburbios de la inteligencia siempre habrá hojas que crepitarían si su fuego interno las dejase arder
Nota 1. Si hay un personaje que me da vértigo, es éste. Divide una historia de dos morales en tres y la fragmenta por y en cada sentido.
Nota 2. El resto de posts de la saga han sido archivados, pero se pueden leer todos juntos aquí.
I.- Año 2015, durante algún día de Febrero, en Sierra Nevada.
Aquella tarde—él o ella—caminaba hacía el pico del Mulhacén, picando los bastones en su extrema pendiente, en un infierno de nieve, blanca y roja, de su propia sangre manifestando su estela sobre la piel de la montaña. Pero no caminaba hacia lo más alto, sino que lo hacía sobre el tiempo, desplazándose sobre él y moviendo su historia por encima de sus límites. Se dirigía, solo, hacia una nueva ninguna parte desconocida. Sin descanso, sin provisiones, abandonando a los senderistas que velaban por su presente y olvidaron hacerlo sobre él. Lejos, en la base de la montaña, donde también se desprendió de sí mismo. Muy lejos—él o ella—, tan lejos y tras sus huellas infinitas de sangre; allí, tan lejos que hasta el tiempo olvidó sus senderos; allí dónde ya no quedaba ni tiempo.
El Mulhacén sólo sería su primer test. Tendría que someterse a toda la distancia necesaria para permanecer atado a otra época. Así moriría—él o ella—, no antes, sino en su durante: la de su búsqueda, significase o fuera lo que ésta fuese.
¿Cuántas veces puedes romper algo hasta que desarrolle robustez? El hombre perdido, reiteradamente perdido, podría terminar aprendiendo; acabar resistiendo la prueba del paso del tiempo, su a través, dónde fallecerán sus próximos caídos, futuros inertes de un sendero imposible, no delimitado y excluido de animales que no serían capaces de avanzar sobre aquel último no-camino sobre el que—él o ella—estaba decidido a recorrer.
Eligió el lugar. Y limpió la nieve; pasando las siguientes horas escribiendo con una herramienta pictográfica su mensaje, sin dueño, sobre roca:
Dime, tú que leerás esto, qué responderías si tan sólo supieras que eres el único destinatario, no otros, que tampoco podrá responder si no es con alguien sosteniendo la pluma sobre nuestro presente, y tú, allá, escribiendo encima de las estrellas y sobre instantes que somos y seremos—o seríamos— sólo durante su conquista, la de su instantaneidad, asesinando el tiempo y quebrando sus reglas, haciendo de él una emergente vida, distinta de ésta, que entienda que se puede ser simultáneamente destino y significado. Y todavía así, tú, él destinatario, se permita prescindir del sujeto sabiéndose receptor del mismo; destruyéndolo si fuera necesario tras leerlo. Tú; nadie.
Al terminar, lo cubrió bajo la densa nieve y se permitió pensar en su último destino, el Everest, no sin antes visitar los siguientes cinco picos. Muy lejos. Pero más lejos aún.
II.- Una década después, continuando Risk #9
Violeta, ahora disfrazada de P33k, siguió la pista del correo. Varios servidores SMTP después, llegó a la estafeta final: una dirección IPv6 muy coqueta y elegida para ser inolvidable. Y se lanzó hacia ella.
$ ssh
nobody@xxxx:xxxx:xxxx:xxxx:xxxx:xxxx:xxx:xxxx
########
Sólo
un intento, si fallas, desapareceré.######
nobody@xxxx 's password:
«No tan rápido, ¿por qué gastar la única bala cuando puedes hackearla, a ella: a la bala, o a la mismísima arma?», y se sumergió muy profundo en lo que era su especialidad.
III.-
—Oye, ¿mantienes algún tipo de contacto ulterior con tus modelos?—le preguntó Minerva sonando casual.
—Supongo que sí…
—Tienen que tener historias fascinantes de las que hablar, ¿no? Por ejemplo, la mujer con un aire a Scarlett Johansson...—Minerva escondió su brutal indiferencia por la historia de aquella mujer.
El pintor se acomodó y estuvo cinco minutos hablando sobre Scarlett. Minerva, paciente, esperó su momento, el perfecto, en que él estuviese con la guardia baja. Entonces esgrimió la duda sobre su objetivo.
—¿Y la chica tatuada?—ella disparó la pregunta repitiendo su aparente despreocupación.
—No, ningún contacto—respondío él muy nervioso en sus adentros.
«Mientes», Minerva lo supo al instante, pero no se detuvo y le preguntó por su siguiente indiferencia. «Ahora sí tienes todo mi interés, pintor, no sobre aquellas otras mujeres, sino la mía sobre ella», se dijo con un silencio calculado.
La tormenta no se detuvo allí, porque el caos siempre viene acompañado de más caos, y sonó el timbre de la puerta. Él miro la hora y se maldijo, «joder, puntual como un reloj», era su amante, Claudia, dueña de la librería y hermana de su última gran mentira.
No haría nada, sólo ignorar la desafortunada coincidencia.
Pero el timbre insistió, aumentando su nerviosismo.
—Están llamando, ¿no abres?—dijo Minerva con mirada desafiante.
—No, no cuando estoy trabajando.
—Pero, ¿lo estás haciendo ahora?
—Sí.
—¿Sí?—y ella se dirigió con decisión hacia la puerta. Si la abría, descubriría en las facciones de Claudia toda su mentira y ésta le explotaría en mil pedazos, a él y a su mundo.
Tenía que hacer algo.
Pero se quedó en shock. Helado. Sin capacidad de reacción. Horrorizado.
IV.
Quién eres tú
sino el otro lado de la historia.
Toc, toc.
y con ella, hoy, tropezarás
- Nobody
Empezó el juego y durante horas su atención estuvo poseída con trepidante magnetismo sobre su nuevo juguete. No entendía cómo ninguno de los servicios dejaba fingerprint alguno, ni que crasheasen ante ningún bug, bugs conocidos con exclusividad en sus círculos oscuros donde traficaban con esa información. Pero nada; allí nada estaba en su sitio y todo era distinto a lo habitual, siendo indistinguible pero con otro comportamiento. Extrañada porque siempre había algo a lo que agarrarse y de donde extraer información, en aquel servidor no había nada indiciario de nada. Así que decidió que tampoco perdería más tiempo en un correo anónimo de un estúpido poeta, «será por stalkers», y fue a por el bloc dónde tenía anotada la password para finalizar con aquel misterio, de una forma u otra, cuando recordó que Claudia todavía no había regresado.
«Dónde estás, Clau, ¿llevaba la librería horas desatendida?», se preguntó sin importarle demasiado.
Entonces tecleó la contraseña.
Y ya estaba dentro. C'est la vie.
###
Bienvenido a ninguna parte.
### El siguiente
acceso
tendrás que ganártelo;
### serán tu par de claves: únicas y solo tuyas.
Último login: Mon Feb 19 03:02:02 2035 from nobody.home
$ who -a
system boot
2035-02-01 04:05
run-level 5 2035-02-01 04:05
LOGIN tty1
2035-02-01 04:05 666 id=tty1
nobody + pts/0 2035-02-19
03:02 . 11977 (nobody.home)
nobody + pts/1 2025-02-19
20:02 . 65143 (p33k.home)
Allí estaba él—o ella—y Violeta, ambos conectados como “nobody”. Ejecutó varios comandos hasta que se decidió a hablarle por el terminal—o a sí misma para ser técnicamente precisos—, sonando el “echo” —eco—remoto del mensaje sobre ambos terminales:
nobody pts/1> Hmmmmmm —escribió Peek. El cursor parpadeo
durante lo que parecieron minutos.
nobody
pts/0> QUE HACES EN MI DOMINIO, ME HAN HACKEADO
nobody pts/1> Tonto…
nobody pts/0> No tenemos mucho tiempo, algo que no debía de
ocurrir está a punto de suceder
nobody
pts/1>
No te hagas el interesante, gilipollas
nobody
pts/0> No
nobody pts/1>
Dime
nobody pts/0> Aquí los segundos son
eternidades y sólo tenemos treinta segundos
nobody pts/1> 29, 28, 27…
nobody pts/0> 25
nobody pts/1> ¿estás de broma?
nobody pts/0> No. 21, 20…
V.-
Minerva se acercaba a la puerta dispuesta a abrirla, porque quién miente una vez, siempre tiene más que esconder.
PS. Quién sabe si esta saga continuará...