Ir al contenido principal

San Valentín (II)

Comenzar arriba y terminar en caída; debajo. Desde su alma y con destino a su intimidad. Subes primero hacia sus ojos, los miras y te leen. Se acercan.

—¿Tienes fuego?—se atrevieron sus labios, cantos que él miró para resolver aquellos misterios que se alzaban como dos enormes mesetas que se encontrarían sobre su arco de cúpido; ellos, teñidos de rojo pasión.
—Siempre—y con su mechero de gasolina encendió el fuego de sus labios que ya estaban sucediendo.
—¿Me estás mirando las tetas?
—Perdona, no, no, no, estoy observando sus brillos y sus sombras—sonrió y esperó en la pausa a que ella se la devolviese—, es que cuando he estado dibujando luego tengo tendencia a fijarme en los detalles de las zonas en la que estuve trabajando. Quizá sea un tic…
—Oh, ¿dibujas?
—Lo intento.
—¿Tienes alguna fotografía?—le preguntó, ella, tras la segunda calada del cigarro de una tarde-noche de luna llena; sentándose junto a él en la terraza del pub.

Pasaron los minutos, ella lo observó y volvió a atreverse.
—¿Y sí…?—insinuó ella.
—Cuando quieras, ¿esta noche?
—Por mi vale—y se le sonrojaron las mejillas que él ya estaba sombreando en su mente.

Llegaron a su casa y estuvieron viendo su amplia galería.
—Entonces, ¿cómo quieres que te dibuje?
Y ella eligió desnudarse en el tercer atrevimiento de la noche. Él sacó los lápices y ella se colocó sobre el sofá.
—Voy a necesitar tres noches para terminarlo, la tercera coincide con San Valentín, salvo que lo tengas reservado…
—¿Crees que estaría aquí, ahora, posando desnuda, si lo tuviera reservado?
—No lo sé, ¿crees en el amor?—dijo él mientras colocaba las luces que resaltaban su figura de mujer.
—Y en su química, soy Doctora en Medicina, por cierto.
Los trazos avanzaron con nocturnidad. Él dibujaba y ella le nombraba los músculos de todo su cuerpo, como si estuvieran enseñándose una lección mutua: de dibujo y de anatomía.

La segunda noche también sucedió; muñecas, pecho, caderas y así hasta que su silueta comenzó a tornarse en vida sobre el papel.

—Mañana es San Valentín y somos dos desconocidos pasando otra noche juntos. Dime, ¿cuándo fue la última vez que te enamoraste?—ella le preguntó mientras se recolocaba la melena sobre el hombro.
—Hace menos de un año y de unos labios todavía más infinitos y carnosos que los tuyos.
—¿Me estás comparando con ella? Quizá todavía no la olvidaste…
—Nunca la besé. ¿Sabes? Si el amor se asocia con mariposas en el estómago, ella era como las mariposas: que nunca permiten que te acerques pero sí ellas a ti.
—Qué bonito y qué poético—le dijo ella; él pensó un «si tu supieras…» que no exteriorizó.
—Pero es una vieja historia de la que ya no queda nada.
—Es que las mariposas tienen un ciclo de vida de semanas, nacen para morir—dijo como experta en biología.
Él se acercó para observarla de cerca y fue cuando ella le besó en su cuarto atrevimiento. Arriba y abajo, desde su alma y dirigido hacia su intimidad. Él se los devolvió, ambos dulces besos.

Un beso se puede dar, robar y hasta conjugar. Sólo hay dos requisitos imprescindibles: dos labios que sepan encontrarse; y besarlos—o besarte—. Y aquella madrugada no hicieron el amor. Ella se vistió y, antes de despedirse, le dijo:
—¿Por qué celebrar el amor, en San Valentín, cuando lo puedes hacer?
—Mañana te termino, Doctora—durante la próxima y siguiente noche de viernes y de hacer el amor; o de erotizarlo sin más pretensión que la diversión.
—Feliz pre San Valentín—ella se despidió lanzándole un beso que él capturó para su aquí y para su allá; que quedarán escritos, vividos y dibujados en su post Valentín.

Entradas populares de este blog

Texto para nadie

¿Qué sentido tiene continuar? Podría hacer una enorme bola de papel con todos los escritos y encestarlos en la basura, sin importarme que nadie vuelva a encontrarme; y borrar toda huella digital de aquello que una vez fue escrito, pensado, narrado o versado.  Borrar. Toda. Huella.  De principio a fin. Y que nadie sepa dónde me fui, si empecé de cero, me arrepentí o desaparecí para siempre. Que sólo quede la duda sobre mi alter ego y no yo. Y que este texto sea lo último que se supo. Sin despedidas. De nadie a nadie.

Sobre el paso del tiempo (pretérito cero: sabor música; parte IV, final)

No seré yo quien culmine esta obra abierta en su omisión. No seré yo pero seré yo en esta aporía ensayo de una meta-canción Que nunca seré ella, ni nunca yo, quienes escribimos esta oscura tiniebla de sangre y pasión: sino ambos, música, tributos de nuestra adoración. ℵ, diciembre, 2024 No todo lo personal trasciende durante la escritura, aunque siempre dejemos huellas escondidas entre letras. Tampoco todo lo virtual trasciende: lo que está en este texto, para el lector, será una suposición, un podría colocado al lado de la omisión, donde las piezas faltantes serán de carácter reservado, bien para mí, o bien para ella; en los que ella puede ser cualquier fragmento del texto o todo junto, y ella será la que sepa encontrarse, aquí, perdida, navegando su tormenta—o nuestra tormenta—. Los patrones pueden contar historias pero no todas las historias esconden una lección—o una canción—; y sí, todas las historias cuentan historias, porque son lo que son; las fech...

La mitología (Parte I)

Todo esto es un ejercicio mitológico sobre arrastrar cadáveres lo más lejos (¿in?)imaginable, y allá, dejarlos caer, en el transcurrir del final de los tiempos, término del trayecto, donde reside un abismo, en el que una leyenda sumergirá a la otra en océanos sin fondo, sin tiempo y sin latidos. Así que es, también, una epopeya entre dos leyendas. Y una batalla sin destino. [English version] Recita Música, que su alma es musa. Canta Musa, que (tu) alma será música. “Guerra traes y abismos serán (tu) eco: caídas de  Nuncas Sobrevives , laberintos de eternas melodías.” Poema .- Leyenda Música, ℵ Versos alevosos lanzados contra los muros de Troya. Lanzas de estrellas; ciclones de tormenta de fortalezas inundadas. Arcos de arena. Flores sin vida de almas sin cuerpo. Albas de flechas. Armaduras vacías. Fuegos sin danzas. Corazón es tu escudo, impenetrable; y frágil escudo de corazón; el tuyo. Es muerte la que dejas, y tu muerte la que pospones; leyenda de tus desiertos: corazón de torre...