Llueve. Y mucho.
Salgo con el paragüas, me sigo mojando y creo que ya no me importa.
Aprovecho este fin de semana de tormenta para seguir indagando sobre el género romántico o sobre mujeres que escriben con el corazón. Abrir esa puerta es un acto de valentía(lo es para estas escritoras). Es exponer tus sentimientos, abrir tus heridas y cerrar el paragüas para que la lluvia se impregne en tu alma y termines oliendo a petricor.
Ando por la ciudad y hoy solo veo una plaga de paragüas en la multitud, cada uno con sus colores y con sus estampados impermeables. Y lo reconozco, bajo la lluvia todavía sigo pensando en ti. También que me merezco esta ruina y ser responsable de ella.
He pasado de querer destriparla a querer abrazarla. A sentir auténtico vértigo. De que mis ataques se hayan tornado en un querer protegerla. O bueno, todavía la quiero seguir destripando, aunque cada vez con menos frecuencia. Lo más trágico es el respeto que ahora le tengo, el no querer dañarla, el admirarla en silencio y aprender a respetar sus tiempos, su vida y sus decisiones. ¡Ay!
Volviendo a los libros, a más escritoras leo, más comprendo que adornar a tu amada con relatos románticos es una doble caída: la tuya y la de ella. Y no, me prometí no derribarla. Nunca me permitiría incendiar su mundo ante la posibilidad de que ella pudiese desprender tan sólo una lágrima. Pero tampoco puedo ignorar mis sentimientos, dejar de ser travieso o seguir aprendiendo este arte, sí, de escritoras que saben cómo capturar una emoción, por compleja que ésta sea.
Si siento vértigo, admiración, respeto y sentimientos de protección, es porque ella ha pulverizado el record de mis peores errores catastróficos favoritos. Me permito otorgarle la victora, a ella, que le gusta ganar más que un ramo de rosas. Y evitaré tentaciones como querer atraparla usando el género romántico. Llámalo fair play, mientras ella no me provoque con su irreverencia(que me excita mucho), creo que podré amarla en silencio.... hasta olvidarla.